La rutina de calentamiento de cada uno de los seleccionados participantes de la World League de Voley es, detalle más detalle menos, la misma. Todos salen alrededor de 30 minutos antes del comienzo del partido y realizan ejercicios de elongación por separado y luego de destrezas en el control de la pelota, divididos en grupos que llevan a cabo el ejercicio que mejor les parezca. Salvo un caso: Brasil sale 15 minutos antes que todos los demás equipos. Los 12 jugadores del plantel forman un ronda y juegan un "loco", todos participan y la modalidad es siempre la misma. Los primeros señalados a ir al medio son elegidos por el capitán Giba y se aceptan sin chistar. Muestra de unión, muestra de relax, de que se puede estar distendido a minutos de practicar un deporte a primer nivel mundial con muchos dólares y mucho prestigio en juego. ¿Será por esto que Brasil siempre gana? No, seguramente que es por muchas otras cosas. Pero también es muy probable que esto influya. Si el método funciona son fenómenos, si el método falla son poco profesionales. Por el momento, el método se muestra casi infalible, y la respuesta está a los ojos de todos.
Brasil puede no tener las estrellas de hace unos años (Sólo quedan Giba, casi siempre suplente, y Rodrigao y Dante que ya no son tan desequilibrantes como solían serlo) ni la contundencia de su mejor época, pero los jóvenes que están copando el equipo siguen demostrando que la verde-amarela es la mejor selección del mundo. El aporte del capitán en cancha Murilo Endrés, tanto desde el servicio como desde el ataque, es clave, así como también la presencia del líbero Mário, que cumplió por demás al suplir al titular Sergio. También es definitivo el brazo pesado de Leandro Visotto, quien deberá encontrar la manera de ser dominante a lo largo de todo el partido, y no sólo por tramos. Los suplentes demostraron que pueden entrar en cancha y mantener la tónica: Marlon empezó siendo armador reserva y terminó relegando al banco al titular Bruno Recende; Sidáo debió reemplazar a Lucas en varios momentos de bajo nivel, y terminó siendo decisivo. Giba dio el toque de experiencia y liderazgo cada vez que el trámite se complicaba para su equipo. Su primer partido, el del miércoles ante Argentina, fue una cortina de humo. El Orfeo Superdomo estuvo casi lleno y la hinchada de Belgrano de Córdoba aportó color y ruido. El nivel de los dirigidos por Javier Weber ilusionó a la gente y la derrota por 3-2 fue fácil de digerir, e incluso vista como meritoria. Sin embargo, así como el equipo de Bernardo Recende despejó las dudas en los partidos sucesivos y se coronó campeona por 9na vez con autoridad, los albi-celestes volvieron a chocar contra sus propias limitaciones físicas ante Serbia, en el partido que definió al segundo semifinalista del grupo. El problema de Argentina no es tanto el nivel de los jugadores, ya que puede jugar de igual a igual con Cuba o Brasil, equipos top del mundo. La falencia está en la falta de versatilidad. El estilo de juego europeo siempre los complicó y siempre los va a complicar. Bloqueos sólidos, ataques simples pero efectivos, quiebre por demolición, adormecimiento del partido, son algunos de los items que hacen que, más allá de la calidad individual de los jugadores y de la gran levantada de la selección en el último año, los jóvenes argentinos aún no puedan competir con Serbia, Rusia, Polonia, Alemania o Finlandia. Todavía falta mejorar. Se debe bajar el margen de error, se debe tener más regularidad en la rotación. No obstante, el papel en el torneo fue aceptable.
La final esperada por todo el mundo del voley en el torneo fue entre Brasil y Rusia. De los sudamericanos no hay mucho más para hablar. Rusia tuvo seguramente las actuaciones individuales más destacadas: Sergei Grankin fue sin dudas el mejor armador del torneo, no sólo por su inteligencia en la distribución sino por que también sumó puntos de segundo toque y nunca perdió la calma; Maxim Mikhailov fue el goleador y mejor atacante de la World League, un opuesto imponente capaz de resolver cualquier situación por complicada que se presente; Dimitri Muserskiy fue el mejor bloqueador, y sus 2,15 metros en el centro de la red sumaron más aún que lo que dicen los números. El seleccionado de Daniele Bagnoli exhibe la acostumbrada ausencia de errores en todas las facetas de juego que los convierte en un hueso duro de roer. A pesar de todo esto, en la final les faltó temple. Estando 20-16 en el 4to set, para llevar el partido a 5to, Rusia se desmoronó y dejó que su rival escale hasta el 21-20. Un equipo sin dudas con mucho potencial, el enemigo más peligroso del número 1 del mundo, pero al que todavía le faltan nervios de acero para definir los puntos clave.
Serbia y Cuba fueron las sensaciones del torneo. Los caribeños muestran una gra potencia, dinámica y despliegue físico. Cuentan con intérpretes de primer nivel como el capitán Robertlandy Simón, imparable en ataque y complicando con todos los saques, o el pequeño Wilfredo León, gran goleador y receptor. Son sus lagunas mentales lo que le impide a los cubanos ser los mejores del mundo. Esto se puede atribuir a la juventud del plantel, pero es una característica que siempre han sufrido y que tal vez no logren eliminar nunca. Por el lado de los balcánicos, también resalta el bajo promedio de edad. Milos Nikic, bajo pero explosivo, y Sasa Starovic, un opuesto que cuenta con la ventaja de ser zurdo y así atacar siempre del lado más cómodo, son ejemplos de la nueva generación serbia que, apuntalada por la experiencia del capitán Bojan Janic o el central Dragan Stankovic, puede hacer estragos y generar sorpresas en el voley internacional, como casi lo hace con el mismo Brasil el jueves en el segundo partido del grupo.
La gran decepción de la World League fue, sin atenuantes, Italia. Un equipo que durante muchos años puso su nombre en lo más alto, antes de la supremacía de Brasil. Hoy está falto de figuras. Alessandro Fei intenta cargarse el equipo al hombro, pero la espalda no le alcanza. Deficiencias notorias en el armado y en el bloqueo, convierten a la azzurra en una presa fácil, al menos en este nivel.
La esperada World League realizada en Córdoba ya pasó. Voleibolísticamente hablando, dejó sensaciones encontradas. La impresión de que Argentina puede dar más, pero de que aún está un par de escalones abajo del primer nivel mundial. Y, como siempre, la certeza de que el mejor del mundo es Brasil. Faltan 56 días para el Mundial de Voley Italia 2010, el verdadero objetivo de este año, y sobra el tiempo para ajustar los detalles. Esperemos que Javier Weber logre que sus dirigidos nos den el hermoso espéctaculo que desplegaron en la World League del año pasado...
muy buena nota viejo...
ResponderEliminarexito , saludos desde corrientes, un abrazo y saludos a tu familia
Mil gracias Aldo. Te mando un abrazo a vos y a la flia...nos vemos la próxima World League
ResponderEliminarQueridoooo.. Muy buena nota (casi tan piola como la mia, jajaja)
ResponderEliminarNos vemos en breve!! abarzo!!!