El Fútbol a Sol y Sombra, escrito por el uruguayo Eduardo Galeano y publicado en 1995, es un libro de cuentos que buscan meterse en el interior del fútbol y analizar sus componentes. De entre éstos resalta “¿El opio de los pueblos?”, que plantea las interrogantes en torno a la relevancia y el papel del fútbol para una sociedad.
“¿El opio de los pueblos?” es el segundo de los relatos del libro, y se refiere a la opinión general que tienen los intelectuales sobre el fútbol, un entretenimiento generalmente relacionado con las clases sociales más bajas. Como primer recurso Galeano usa el paralelismo entre el fútbol y Dios, al comparar la devoción que les tienen los creyentes y la desconfianza de los intelectuales. Para apoyar sus palabras cita los casos de Rudyard Kipling, quien ridiculiza a “las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan (al fútbol) ”. Luego remite a una situación más cercana, cuando recuerda la conferencia que dictó Jorge Luis Borges, el mismo día y a la misma hora en que la selección jugaba su primer partido del Mundial de 1978.
Según Galeano, los intelectuales de derecha desprecian el fútbol al considerarlo una práctica en la cual el “instinto animal” se impone a la “razón humana”, lo que genera un triunfo de la ignorancia sobre la cultura. Tal vez a los que consideran que en este deporte se “piensa con los pies” habría que preguntarles si alguna vez lo jugaron. Habría que averiguar si su intelecto les permitiría encontrar un hueco en una defensa, por donde meter un pase de gol, o si su capacidad de interpretación los haría capaces de leer un partido para así llevar a cabo la táctica más conveniente. Es fácil llegar a la conclusión de que ser un buen jugador de fútbol requiere tanta inteligencia como ser un buen escritor, con la diferencia de que el fútbol no se enseña en las escuelas.
El autor también explica que los intelectuales de izquierda critican el fútbol, no por su supuesta naturaleza brutal, sino por lo que genera. Proclaman que gasta la atención y energía de las masas inútilmente, para hacerlos olvidar de su verdadero objetivo, que debería ser la revolución contra las clases más altas. Aquí es difícil discutir, a la luz de los resultados (el sistema capitalista que oprime a la clase obrera y beneficia a los patrones en casi tan global como el mismo fútbol). No obstante, cabe cuestionarse si el problema clave en esta ecuación es el deporte, que funciona de catalizador, o el hombre, que en algunos casos lo usa como arma de desviación (“pan y circo”) y en otros se deja hipnotizar y olvida que los temas trascendentales no pasan por un partido de fútbol. Aquí la falla no está en el entretenimiento elegido, sino en el uso que se le da.
Para reflexionar, así como está va a las manos del profe, a ver qué le parece.
Darío Kullock
Los intelectuales en general se equivocan en cuanto al fútbol. Marx dijo que la religión era el opio de los pueblos y, si bien pienso que tenía mucha razón, se quedó ahí. Como es el opio de los pueblos, de la masa idiotizada, de la gente que no toma conciencia de clase, es un fenómeno irrelevante que no merece ser analizado por un vanguardista como él. Y así, todos los que le siguieron, sacando a muy pocos como Galeano o Fontanarrosa, o, más en general estudiando la cultura de masas, la escuela de Frankfurt en general, y Adorno y Horkheimer en particular.
ResponderEliminarA lo que voy es que el intelectual inteligente (vaya redundancia) debería ser capaz de separarse de su pedantería y ver qué genera en la gente ese fútbol. Y así verá que, más allá de la bestialización, de la canalización de las pasiones, etcétera, el fútbol es un ámbito increíble donde ver rasgos de la sociedad tan nítidamente como en otras manifestaciones populares.
Hoy la identidad está atomizada; la gente se define por miles de cosas antes que por su país, institución englobante y homogeneizante si las hay. Y los que dicen que el fútbol es la más baja expresión de ello, yo creo que se equivocan. El fútbol (el deporte en general) es el vestigio que le queda a la sociedad global de patriotismo. ¿Está mal eso? No lo sé, es un proceso. Lo que podemos preguntarnos es en qué culminará, haciendo un concienzudo análisis del fenómeno. Pero por el momento, vamos Argentina carajo.